La Hermandad de Cautivos de Guadalupe (1936-1939)
Si hubo un poder “fáctico” en Hondarribia tras la ocupación de la ciudad por los sublevados este fue, sin lugar a dudas, la Hermandad de Cautivos de Guadalupe” que en su corta existencia tuvo una presencia determinante durante la Guerra Civil ya que su existía se prolongó desde noviembre de 1936 hasta 1939 en que fue obligada a disolverse.
El fuerte de Guadalupe,
como es bien sabido, fue durante la Guerra Civil utilizado como lugar de
detención de los derechistas de Irún y de Hondarribia. Según las diversas
fuentes en él permanecieron detenidos unos 247 prisioneros de los que al menos
57 eran de Hondarribia y, como señala Sainz de los Terreros, 35 de ellos eran
veraneantes en la ciudad. De estos prisioneros un total de dieciocho fueron
fusilados por los republicanos a los que hay que sumar los cinco milicianos que
fueron hechos prisioneros por los sublevados cuando ocuparon el fuerte.
Lo sucedido en el fuerte
fue uno de los hechos más determinantes de la Guerra Civil en Hondarribia y el
recuerdo de lo ocurrido en el fuerte fue uno de los elementos determinantes
durante la Guerra Civil el primer franquismo. La prueba es que al poco tiempo
que los presos fuesen liberados se creó la “Hermandad de Cautivos de Guadalupe”,
presidida por el párroco Segundo Garayalde y de la que formaron parte Manuel
Ezeizabarrena Guerendain, Eugenio Ollo Goyenechea, Miguel Ugarte y Francisco Silvela. La principal
misión de la hermandad fue la de celebrar funerales por los asesinados pero su
influencia fue mayor de lo que esperaba.
Por ir en orden
cronológico la primera muestra de la influencia de los ex prisioneros se puso
de manifiesto en el hecho de que la llamada “Comisión de Admisión del Puente”,
la que debía determinar si se autorizaba o no el regreso de aquellos que
huyeron de Irún y Hondarribia estuvo formada por ex cautivos del fuerte. De
mismo modo, cuando se formó, a instancias del comandante militar Julián
Troncoso, el nuevo Ayuntamiento de Hondarribia en septiembre de 1936 entraron a formar parte
del mismo Ángel Aseguinolaza, Senén Amunarriz y Fernando Valdés-Fauli, los cuales habían estado presos en Guadalupe.
La importancia que daba el franquismo a haber sido prisionero de los
republicanos se pone de manifiesto cuando observamos que de una muestra de 506
cargos locales franquistas en Guipúzcoa entre 1936 y 1948 el 5% eran “ex cautivos”, lo que se consideraba un
mérito a la hora de ser designado como miembro de una corporación local.
Los “ex cautivos” también
tuvieron su influencia en el proceso represivo que se llevó a cabo en
Hondarribia. A modo de ejemplo podemos señalar como el médico municipal de Hondarribia Arturo San
Martín –a cuyo caso dedicamos una entrada de este blog- fue acusado en un escrito firmado por más de cien excautivos de Guadalupe,
fechado el 25 de febrero de 1937, de ser “izquierdista fanático”, “médico de
confianza del Frente Popular” y mortificar a los presos recetándoles “Agua de
Carabaña” –un popular laxante de la época- por lo fue apodado por los reclusos
“Doctor Carabaña”. Precisamente Arturo San Martín fue uno de los funcionarios
rehabilitados en el acto que se celebró el 26 de octubre de 2024 en
Hondarribia.
Pero a pesar de que la Hermandad de Cautivos de
Guadalupe pretendía reducir su actuación a lo estrictamente religioso lo cierto
es que su influencia en la Hondarribia de la primera posguerra fue mayor de lo
que se piensa. La Hermandad de Cautivos también organizó el homenaje que el 5
de noviembre de 1936 hicieron al miliciano Francisco Roussell, el miliciano que
propició la fuga de los presos, y al que le entregaron un reloj de oro con la
inscripción “Fuerte de Guadalupe. Cinco
de septiembre de 1936-Viva España”.
Quizás los dos hechos principales en los que se vieron involucrados los ex prisioneros de Guadalupe se produjeron en septiembre de 1937, coincidiendo con el aniversario de la “liberación” de la ciudad. El 1 de septiembre de 1937 se hicieron públicas las normas para la celebración del primer aniversario de la entrada de los sublevados en Hondarribia. Las calles debían ser engalanadas con banderas en las que figurasen las inscripciones “¡Viva España! ¡Arriba España! ¡Viva Franco! ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Virgen de Guadalupe!”. Del mismo modo se decretó el cierre de los comercios de 10 a 12 horas el día siete de septiembre y se celebró una misa de campaña en el Peñón.
Sin embargo, los hechos culminantes tuvieron lugar el día ocho de septiembre, celebración de la Virgen de Guadalupe, cuando se trasladó la imagen de la Virgen de Guadalupe desde la parroquia, a la que había sido trasladada durante la Guerra Civil. En el traslado tuvieron un especial protagonismo los ya denominados “Caballeros de España”, es decir los ex prisioneros del fuerte que se habían organizado en la llamada “Hermandad de Cautivos de Guadalupe” como se puede apreciar en la imagen que acompaña a este texto.
Probablemente, con este motivo se compuso el “Himno a Nuestra Señora de Guadalupe” –cuya partitura adjuntamos- con música de Manuel Ezeizabarrena y letra de E. Borredo, que decía como sigue, y cuya partitura reproducimos a continuación
Salve, Salve, Señora excelsa Madre Dios/
Aquí venimos a
vos, recordando aquella hora, en que os dignasteis salvar /
Nuestras vidas de
la muerte y que los presos del Fuerte no podemos olvidar// Henos aquí a
vuestros pies, Reina y Madre Celestial, para con amor filial /
Daros gracias otra
vez; pidiéndoos de corazón el que nos os olvidéis /
Y siempre nos dispenséis vuestra Divina Protección.
El otro hito de la “Hermandad de Cautivos de Guadalupe” fue la visita de Franco al fuerte de Guadalupe en julio de 1939. En el número correspondiente al 12 de julio de 1939 “La Voz de España” ofrece una detallada crónica de la jornada. Dejando a un lado las otras localidades nos centraremos en la visita que realizó a Hondarribia, donde fue saludado con una pancarta que decía “Los caseros de Fuenterrabía a su caudillo Franco”.
Según informa la prensa a
la llegada al fuerte se encontraba un arco de triunfo con la inscripción “Los
cautivos de Guadalupe a su gloriosos caudillo”. Durante la visita el
vicepresidente de la Hermandad de Cautivos de Guadalupe, Manuel Eceizabarrena,
hizo entrega a Franco de una insignia de la citada Hermandad y de un pergamino nombrándolo
socio honorario de la misma.
A su vez el “El Diario Vasco” publicó una crónica en
la que aparecen tres imágenes. Una de la insignia de la Hermandad de Ex
Cautivos de Guadalupe, una segunda de
las viudas de los asesinados en el fuerte esperando a Franco y una tercera de
la población de Hondarribia esperando el paso del coche del jefe del Estado. “El Diario Vasco” hace notar el detalle
de que el “caudillo” no pudo reprimir las lágrimas durante la conversación con
los ex cautivos del fuerte.
La memoria de los presos
de Guadalupe también quedó plasmada en
el callejero de Hondarribia. El “paseo de Chacón” fue rebautizado como
“Mártires de la Revolución” y el “paseo del 14 de abril” se denominó “Miguel
María Ayestarán” en recuerdo al sacerdote asesinado en Guadalupe, denominaciones
que permanecieron hasta la transición.
A pesar de su intensa
actividad la vida de la “Hermandad de Cautivos de Guadalupe” fue breve. Esta se
mantuvo hasta que en 1939 se creó la Delegación Nacional de Ex Cautivos de FET
y de las JONS. Entre 1937 y 1939 su principal actuación de centró en la celebración de funerales por
los detenidos asesinados en el fuerte hasta que fue forzada a disolverse e
integrase en la Delegación Nacional de Ex Cautivos de FET y de las JONS y el
párroco Segundo Garayalde trasladado a la parroquia de San Vicente en
San Sebastián.
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