El hospital militar de Hondarribia
Aunque el paso de la Guerra Civil de 1936 a 1939 fue breve en Hondarribia las consecuencias de esta se dejaron sentir durante largo tiempo. Ya nos hemos referido en artículos anteriores a los bombardeos que sufrió la ciudad, al éxodo de sus habitantes y a la represión sufrida por ellos. Además, durante la guerra diversos hondarrabitarras tomaron parte en la contienda en uno u otro bando. Pero la Guerra Civil dejó muchos aspectos que quizás son menos conocidos y uno de ellos, al que nos vamos a referir, fue el Hospital Militar de Fuenterrabía.
Al
comenzar la Guerra Civil la sanidad militar contaba en San Sebastián con un
hospital militar en Aldapeta, en el lugar donde luego estuvo durante muchos
años el cuartel de la Policía Armada en la capital donostiarra. El desarrollo
de la guerra hizo que ese edificio fuera insuficiente y se improvisaran
diversos hospitales llamados “de sangre”. Durante el periodo de control
republicano hubo hospitales de sangre en el Hotel de Londres, Hospital de la
Cruz Roja además de varios hospitalillos como ha estudiado José Antonio
Recondo. Tras la ocupación de gran parte de Gipuzkoa por parte de los
sublevados ésta se convirtió en retaguardia tanto del frente de Vizcaya como de
Aragón. A raíz de esta situación se
abrieron numerosos hospitales en localidades como Alzola, Azkoitia, Bergara, Legazpia
Oñati, Tolosa, Zarauz, Zestoa y Zumaia. En San Sebastián, a su vez, se abrieron
el Hospital Mola, en las Escuelas de Atocha; el “Hospital Militar Generalísimo
Franco” en el edificio de la Maternidad de Aldaconea-que había sido bombardeado
durante los combates del verano de 1936- y el “Hospital Militar José Antonio”
en el actual Ayuntamiento. A los anteriores hay que unirle el Hospital de la
Cruz Roja de El Antiguo. Tras el final de la Guerra Civil tan solo se mantuvo
en uso el Hospital Militar de Atocha.
En
la zona del Bidasoa, donde se libraron duros combates en la campaña del verano
de 1936, se crearon tres hospitales. El primero de ellos fue el Hospital
Municipal de Martiondozenea de Irún, el segundo fue abierto por la Cruz Roja en
“Villa Marta”, situada en la finca de “El Pilar”, donde estuvo la clínica del
Dr. Valdés, también en Irún. El tercero fue el Hospital Militar de Fuenterrabía,
situado en la Colonia Blanca de Navarra que fue cedida a tal efecto por la Caja
de Ahorros de Navarra.
El
Hospital Militar de Hondarribia comenzó a funcionar en abril de 1937,
coincidiendo con el comienzo de la campaña de Vizcaya. Al frente del mismo -al
igual que de los Irún- se situó el comandante médico militar Dr. Tortosa, que
ya había sido director de los hospitales militares creados con motivo de la
Guerra de Marruecos en San Sebastián y posteriormente. Tortosa fue responsable
del Hospital de Fuenterrabía hasta agosto de 1937 en que fue nombrado director
del “Hospital Militar José Antonio” de San Sebastián. En el mismo, tal como
recoge José Antonio Recondo, trabajaron seis médicos -de apellidos Vidaurreta,
Cabrera, Bordetas y Montis- varias enfermeras voluntarias de Irún, entre ellas
la hija del comandante Tortosa, y Hermanas de la Caridad, que se ocupaban del
asilo de niños y que durante la contienda trabajaron en el hospital militar.
El
hospital, que según algunas fuentes era más un sanatorio donde venían a reponerse
enfermos y heridos, fue objeto de un reportaje en la revista “Fotos” como
señala Esteban Durán. La revista comenzó a editarse en San Sebastián en febrero
de 1937 y se subtitulaba “Semanario Gráfico de Reportajes. Revista de Falange
Española. “Fotos” fue creada por el médico pediatra y periodista falangista Manuel
Fernández-Cuesta -que en septiembre de
1938 fundó “Marca” en San Sebastián - y hermano Raimundo Fernández-Cuesta, que
ocupó diversos ministerios durante la dictadura franquista.
“Fotos”
nos describe un hospital idílico situado al borde del mar, en la antigua
colonia escolar construida en los años treinta por la Caja de Ahorros de
Navarra y donde los ingresados parecían estar más en un balneario que en un
hospital. Sin embargo, según unos documentos del Archivo General Militar de
Ávila, la realidad parece que era bastante diferente a lo que el semanario
falangista narraba.
Los
documentos que hemos localizado comienzan el 28 de mayo de 1937, es decir poco
tiempo después de la inauguración del hospital. En un escrito dirigido al
Servicio de Información Militar se hace constar que “la alimentación es
notablemente insuficiente y deficiente. En cuanto a cantidades bastará hacer
indicación de que algunas comidas se compusieron de sopa y cinco sardinas,
quedando los hospitalizados frecuentemente hambrientos. Y en cuando a la
calidad, carece de ella porque se condimenta mal”. En el mismo documento se
informa que no es una cuestión de falta de fondos porque se señala que con “la
dotación económica del Hospital permitiría que los servicios indicados se
prestasen llenado todas las necesidades”. Al parecer la mala alimentación de
los ingresados dio lugar a protestas. Según se recoge en los documentos, uno de
los ingresados dijo a voz en grito en el comedor “tratándonos así, ¿luego
queréis que no seamos rojos?”.
Posteriores
documentos ponen a la luz que los problemas del hospital no solo eran de
alimentación. Se llega a denunciar que la ropa de las camas no se había
cambiado en veinte días y que algunos soldados que llegaron al hospital fueron
acostados sin ser desinfectados y provocaron una plaga de piojos en una sala
del hospital”. La higiene no debía ser las más adecuadas ya que se hace constar
que, pese a existir baños en el edificio, los convalecientes no ser bañaban. De
todo esto se hace responsable al comandante médico Tortosa, al que se acusa de
prestar poca atención al hospital, y de que éste no contaba con un vehículo
para trasladar a los enfermos, cuando “el Dr. Tortosa tiene para su uso dos o
tres coches”.
A
primeros de junio de 1937 el comandante Pérez Urrutia y el comandante militar
de Hondarribia, el capitán Ozalla, visitaron el hospital y apreciaron que pese
a no encontrar deficiencias de importancia si era cierto que el centro
sanitario contaba con escasos recursos y la administración corría a cargo de
las Hermanas de la Caridad. Algo similar ocurría en Irún donde, según Recondo,
la superior Sor Natividad Herrero, gobernaba en la práctica a su antojo el
hospital. Algo similar podía ocurrir en Hondarribia donde el informe de los
militares señala que “falta director médico (era el mismo que en Irún),
administrador y director en enfermería.
Las
quejas llegaron a las autoridades militares de San Sebastián, quienes ordenaron
una visita de inspección del hospital siendo nombrado juez instructor el
teniente coronel de Infantería Rafael Robles. En la inspección de éste el
comandante Tortosa indicó que el hospital tiene numerosos tipos de enfermos, la
cocina era insuficiente y el personal no estaba capacitado para las funciones
que se debían desarrollar. El director del hospital achacaba estas deficiencias
a los problemas de puesta en marcha del hospital. El juez apreció, en un
informe fechado a finales de junio de 1937, que las deficiencias se habían
solventado y que el funcionamiento era satisfactorio.
Tras
estas visitas parece que el problema del hospital militar de Hondarribia se
solucionó o al menos ya no ha dejado rastro documental. El comandante Tortosa,
como ya hemos mencionado, fue nombrado director del hospital situado en el
actual Ayuntamiento de San Sebastián y todo parece indicar que el hospital se
cerró al poco tiempo y que el edificio volvió a cumplir sus funciones de
colonia infantil.
Comentarios
Publicar un comentario