Hondarribia 1936: La ciudad de los tres embajadores
Los embajadores de EE.UU Claude G. Bowers; Francia, Jean Herbette y México, General Manuel Pérez Treviño.
A finales del siglo XIX
se originó un fenómeno nuevo que se iba a conocer como turismo. Impulsado por
la aristocracia y la alta sociedad iba a ser de gran importancia para el
desarrollo de determinados lugares. En el caso de Gipuzkoa el turismo se
originó a raíz de las visitas de Isabel II
a la costa guipuzcoana para aliviar sus problemas dermatológicos. Por
recomendación de su ministro Pascual Madoz, autor de un destacado diccionario
descriptivo de España, visitó la localidad guipuzcoana de Zarautz y luego
frecuentó San Sebastián. Esta costumbre
del veraneo real en San Sebastián se institucionalizó durante la regencia de
María Cristina, viuda de Alfonso XII, que entre 1893 y 1929 veraneó en el
Palacio de Miramar. La presencia real trajo consigo que numerosos miembros de
la corte, de la nobleza y de la alta burguesía eligieran también San Sebastián
como lugar de veraneo. La estancia real se produjo sin interrupción desde
finales del siglo XIX, excepto en 1898. La guerra con Estados Unidos a causa de
Cuba hizo que la regente no se trasladase a San Sebastián. El temor a que norteamericanos pudieran atacar la costa
guipuzcoana hizo que se construyese la llamada “batería de la Diputación” en
Mompás.
El fin de la guerra
supuso la desaparición del imperio colonial pero la consolidación del turismo
en la costa guipuzcoana. El veraneo real suponía el desplazamiento de parte del
Gobierno a San Sebastián, instaurando lo
que se denominó el “ministerio de jornada” que se prolongó incluso durante el
franquismo. Este traslado generaba, en aquella época, que el cuerpo diplomático
se trasladase a San Sebastián siguiendo al rey y al Gobierno, por lo que
durante la temporada de verano -desde junio a septiembre – la capital
donostiarra se convertía en el epicentro de la política española.
El traslado del cuerpo
diplomático requería que las representaciones diplomáticas dispusieran de
residencias de acorde con su rango y a veces éstas no se ubicaban en la
capital, bien por no disponer de un edificio adecuado o por las preferencias de
los diversos diplomáticos. De ese modo sabemos, que antes del comienzo de la
Guerra Civil, en la temporada veraniega, tenían representación en San Sebastián
dieciséis embajadas. Además de los países más importantes (Alemania, Estados
Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia…) se ubicaban las representaciones
diplomáticas de países como Japón, Checoslovaquia, China, Suiza o Bélgica entre
otras.
Otra cosa eran las
residencias de los embajadores, En el caso que nos ocupa, tres tenían su
residencia en Hondarribia. Este era el caso de los embajadores de Francia, Jean
Herbette; de Estados Unidos, Claude G. Bowers y de México, General Manuel Pérez
Treviño. Tres personajes con biografías diferentes y que ocuparon edificios
singulares en Hondarribia.
El
primero de los embajadores en residir en Hondarribia fue el embajador francés Jean
Herbette, que ostentó solo dos embajadas en su carrera diplomática, pero en
ambos casos fueron puestos destacados. Herbette fue el primer embajador de
Francia en la URSS tras el establecimiento de relaciones diplomáticas entre
ambos países. Tras dejar su puesto en
Moscú fue el primer embajador de Francia
ante la II República española, entre 1931 y 1937. Fue cesado a raíz de su
estrecha colaboración con el comandante militar de Hondarribia, el militar
franquista Julián Troncoso, que también contaba con una residencia en
Hondarribia en “Villa Elena” (en referencia a Elena Cadenas Iraizoz, esposa de
Troncoso) y diseñada por Pedro Muguruza. El diplomático francés adquirió en
1934 “Villa Loraitz” a la familia del político conservador de la Restauración
Antonio Maura.
“Villa
Loraitz” estaba situada en un promontorio desde el que se divisaba la bahía de
Txingudi y la playa. Fue construida por Antonio Maura y tras la muerte de éste
–en 1925- la propiedad pasó a sus hijos
que la vendieron en 1934 al embajador francés. La villa fue propiedad de los
Herbette hasta la muerte de la esposa del embajador, Jeanne Labateux, en 1970. A
su muerte pasó a ser propiedad del Ayuntamiento de Hondarribia y fue derribada.
En su lugar se construyeron nuevos edificios, aunque el topónimo se
mantiene.
El segundo embajador que nos interesa
es el de Estados Unidos Claude G. Bowers.
Se trata de un político
norteamericano nacido en Westfield (Indiana) en 1878 y fallecido en Nueva York
en 1958. Comenzó su actividad profesional como periodista en el periódico
“Terre Haute Star “de Indiana. En 1904 fue candidato del Partido Demócrata a la
Cámara de Representantes y de 1911 a 1917 fue secretario del senador por
Indiana, John W. Kern, y colaboró con numerosos periódicos de Indiana y de Washington
D.C. En 1933 fue nombrado embajador en España. Dimitió de su cargo al reconocer
los Estados Unidos el Gobierno de Franco. Posteriormente fue nombrado embajador
en Chile donde permaneció hasta 1953. Bowers es también conocido como
historiador y experto en la vida del presidente norteamericano Jefferson. En
1954 publicó “Misión en España. En los umbrales de la Segunda Guerra Mundial”
que no se publicó en castellano hasta después del fin de la dictadura
franquista. En sus memorias el embajador narró los bombardeos sufridos por
Hondarribia durante la Guerra Civil
Su residencia en Hondarribia fue la
villa “Villa Lore Artean”, o “Toki Eder”. Fue promovida por Luis Valera y
Delavat, primer marqués de Villasinda. Hijo del escritor y diplomático Luis
Varela, el mismo cursó la carrera diplomática y falleció en su villa de
Hondarribia a primeros de julio de 1926. La villa fue un diseño de Pedro de
Arístegui en 1905. Durante su estancia en Hondarribia marines norteamericanos
desembarcaron en la ciudad para proteger al embajador y al personal de la
legación diplomática. Los norteamericanos se trasladaron a la residencia del
embajador para entregarle una bandera norteamericana que sustituyó a la que la
esposa de embajador había tejido. En 1956 los herederos del marqués de
Villasinda solicitaron la recalificación de la finca para dividirla en siete
parcelas destinadas a la construcción de villas unifamiliares. En 1970 la villa
fue derribada para sustituirla por un bloque de viviendas.
El tercer embajador
presente en Hondarribia fue el embajador de México general Manuel Pérez
Treviño. Se trataba de un militar que participó en la Revolución Mexicana.
Durante la misma, como partidario del presidente Venustiano Carranza, combatió
a las tropas de Pancho Villa. En enero de 1935 fue nombrado Embajador en España
a donde llegó por el puerto de Santander el 15 de febrero de 1936.
Su residencia en
Hondarribia fue Villa Genoveva, una de las primeras viviendas que se construyó
en el ensanche del Puntal. El proyecto data de 1929 y fue obra del arquitecto
José Ángel Fernández de Casadevante, precisamente el responsable del proyecto
de urbanización del Puntal, por encargo de la sociedad donostiarra
“Construcciones Luis Olasagasti” pero que, en 1930, fue vendida a Manuel García
Jimeno, vecino de Madrid. Durante la Guerra Civil la residencia del embajador
mexicano es la única sede diplomática de Hondarribia en la que se refugiaron
personas perseguidas por las autoridades republicanas. Quien buscó refugió en
la residencia del embajador mexicano fue
César Jalón Aragón, periodista taurino conocido como “Clarito”. Entre
octubre de 1934 y mayo de 1935 Jalón fue ministro de Comunicaciones en varios gabinetes presididos por Alejandro Lerroux. Jalón,
veraneante en la ciudad, fue detenido el 25 de julio y puesto en libertad tras
ser conducido al Ayuntamiento. El 28 de julio se refugió en la casa del
embajador hasta el 13 de agosto en que se entregó a las autoridades
republicanas que lo mantuvieron en prisión hasta la ocupación de Bilbao en
junio de 1937. Posteriormente fue la residencia del
dramaturgo Alfonso Sastre integrante de la llamada “Generación del
50” y de su esposa Genoveva Forest y es una de
las villas históricas que se han visto amenazadas de ser derribadas
recientemente.
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