De Hendaya a Hondarribia pasando por California.

 


Todos tenemos en la mente fotos icónicas. Quien no recuerda “El beso” de Cartier-Bresson,  “Muerte de un miliciano” de Robert Capa o la imagen del Che Guevara. Fotos miles de veces repetidas en muchos contextos entre otras tantas. Seguro que tras leer estas líneas todos rebuscamos en nuestra memoria esas fotos que nos han llamado la atención y querríamos saber más de ellas, saber que hay detrás de ese instante congelado que ha quedado para lo posteridad.

En esta ocasión quiero traer a colación una foto que también esta cargada de simbolismo y que ha tenido una larga historia, de la que en cierta medida, yo también formo parte.

La historia de esta foto comienza en Hendaya, posiblemente el 11 de noviembre de 1936, y en un lugar que todavía existe, el monumento a los caídos hendayeses en la Primera Guerra Mundial. El shock que provocó la contienda en Francia, en la que toda una generación de franceses se vio afectada, hizo que se produjese un vigoroso movimiento civil de memoria que se tradujo en que  30.000 monumentos surgieran por toda Francia en recuerdo a los fallecidos en la contienda. Es rara la ciudad, pueblo, villa o comuna, que no cuente con un recuerdo a los “poilous” franceses.

Desde mi infancia, cuando iba con mis abuelos a Hendaya los sábados por la tarde, me llamaba la atención el rotundo y solemne monumento y no eran pocas las ganas de acercarme a él. A curiosear picado por el interés en esa guerra de la que tan poco sabía en comparación con otros conflictos que me eran más familiares.

Fijado el lugar la fecha parecía clara: el 11 de noviembre de 1936. ¿Por qué? Vamos a tratar de explicarlo. Como es sabido por todos “a las once horas del día once del mes once” de 1918 callaron las armas que durante cuatro años habían asolado Europa. Ese día, el día del armisticio, los mismo que luego lo sería el ocho de mayo de 1945, día de la capitulación del III Reich, han sido, y son, días festivos en Francia. La presencia de un grupo tan nutrido de personas en ese monumento, algunas con ramos y coronas conmemorativas, nos llevan a pensar que se trataba de la ceremonia de conmemoración del armisticio. Además, sabemos, cómo diremos más adelante, que algunos de los personajes que hemos logrado identificar en la misma estaban detenidos para el 11 de noviembre de 1937. De modo que ya tenemos dos datos: Hendaya, 11 de noviembre de 1936.

Pero ¿Quiénes son las personas que aparecen en la foto? Está claro que son exiliados republicanos españoles, conocemos a algunos de ellos, y posiblemente los lectores sean capaces de identificar a algunos más de ellos. Hemos logrado reconocer a tres de ellos. El primero de ellos el concejal irunés Florencio Iracheta. La historia de Florencio Iracheta tuvo un final trágico y hace unos años la relaté en mi libro “Destrucción de una ciudad y construcción de un nuevo estado. Irún en el Primer Franquismo” (2003). En resumen, diremos que Iracheta fue capturado a bordo del “Galdames” en ruta hacia Bilbao y fusilado, tras un consejo de guerra y a pesar de los esfuerzos del embajador francés Jean Herbette por salvarle la vida, en Burgos el 10 de marzo de 1938.

El siguiente personaje que hemos identificado, y eso es mérito del concejal socialista Josu Álvarez, es el bertsolari irunés Joxe Mari Lopetegi, nacido en la villa fronteriza el 13 de abril de 1875. Lopetegi fue conocido por su actividad pro-republicana que se plasmó en sus bertsos. Tras perder un hijo en un bombardeo en los días previos a la ocupación de Irún, pasó a Francia en los primeros días de septiembre de 1936. Ya no regresó. Falleció en la localidad de Arraute-Charritte  (Baja Navarra) el 2 de junio de 1942.

El tercer personaje, y el cual en cierto modo es el responsable de que esta foto llegara a mis manos, es Anastasio Blanco Elola. Socialista, conspirador republicano, transportista y jefe del servicio secreto republicano en Hendaya, cuyas aventuras y peripecias narré en “El Frente Silencioso” (2001). Precisamente, tras publicar este libro –lo recuerdo perfectamente- recibí un correo desde California. Se trataba de Carlos Blanco Aguinaga, el hijo de Anastasio, y catedrático de Literatura Española en la Universidad de California que me comunicaba que le había descubierto una faceta de la vida de su padre; su actividad como agente secreto, que le era desconocida pero que le aclaraba algunos episodios de su infancia que no alcanzaba a comprender hasta que tuvo noticia de las actividades de su padre. Anastasio Blanco formó parte del comité del Frente Popular de Hondarribia durante el periodo en el que la ciudad estuvo bajo control de los republicanos. Buen amigo del teniente de Carabineros, Antonio Ortega Gutiérrez, tras la caída de Hondarribia pasó a Francia donde se hizo cargo del servicio secreto republicano. Al final de la guerra se exilió en América a donde llegó a bordo del mismo barco que trasladó el “Gernika” a Estados Unidos. Anastasio Blanco residió gran parte de su vida en México, aunque en algún momento se interesó por la posibilidad ingresar en una residencia de ancianos en su Billabona natal.

La relación con Carlos, a quien conocí personalmente junto con su esposa, fue epistolarmente intensa. Intercambiamos información, datos, fotos…aclarándome algunos aspectos de la vida de Anastasio Blanco que falleció en México D.F. en 1982. El contacto con Carlos, quien siempre hacía referencia a la actividad de su padre, se prolongó hasta la muerte de éste en septiembre de 2013. En la actualidad la Biblioteca Municipal de Irún lleva su nombre, homenaje de la ciudad en la que nació.

Carlos, haciendo alarde de su proverbial amabilidad, narró en sus memorias tituladas “Por el mundo” (2007) nuestra relación epistolar. Fue en uno de esos múltiples intercambios de información cuando la foto volvió a cruzar el Atlántico y llegó a mis manos. Yo la he conservado siempre con mucho cuidado y cuando, tras comentarlo con mis compañeros de la Sociedad Murru y manifestar su interés por la misma, se la cedí para que acabara su periplo en las paredes de la sociedad, a escasa distancia de donde se tomó. Lo que nos queda por saber es cuantas historias como la de Florencio, Joxe Mari o Anastasio hay en esa foto. ¿Llegaremos algún a conocerlas? Esperemos que sí.

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