El naufragio del “Constantino Chiquiya” (enero de 1913)
Una de las obras más
conocidos del pintor Joaquín Sorolla es “¡Y aún dicen que el pescado es caro!”,
realizada en 1884 y que se enmarca en el llamado “realismo social”, corriente a
la que pertenece, por ejemplo, la obra “Ciencia y caridad” de Pablo Picasso
fechada en 1887. Esta preocupación social del arte tuvo su correspondencia en
la literatura de autores como Vicente Blasco Ibáñez. El escritor valenciano, en
su obra “Flor de Mayo” publicada en 1895,
nos muestra el ambiente de dureza y supervivencia que padecieron las
personas que tuvieron, y tienen, el mar como medio para su subsistencia. Uno de
los más claros ejemplos, a la vez que una de las peores catástrofes maritimas
que se recuerdan en la historia reciente de Hondarribia, fue el naufragio del
“Constantino Chiquiya” la noche del 4 al 5 de enero de 1913 que queremos
recordar en estas páginas.
El suceso tuvo una amplia
repercusión en la prensa de la época. El diario republicano “La Voz de
Guipúzcoa”, el fuerista “El Pueblo Vasco” y el tradicionalista “La Constancia”
dedicaron amplios espacios al suceso que nos permiten reconstruirlo con
bastante detalle. A su vez el semanario “Mundo
Gráfico” se hizo eco del
naufragio y publicó las imágenes que acompañan a esas páginas y que ilustran la
tragedia que se vivió en Hondarribia en los primeros días de enero de 1913.
El “Constantino Chiquiya”
era un vapor de once toneladas construido en los astilleros de Aseguinolaza en
Hondarribia y botado en junio de 1912. Su patrón era Pedro Berrotarán y la
tripulación la formaban trece hombres, once arrantzales además del maquinista y
el fogonero. El sábado cuatro de enero de 1913, de madrugada, el barco se hizo
a la mar para dedicarse a la pesca de sardina, labor a la que dedicó la jornada
del sábado. Tras una pesca favorable, la prensa habla de veinticuatro toneladas
de capturas, el barco entró a las ocho de la noche en el puerto de San
Sebastián junto con otros dos vapores de Hondarribia, el “San Francisco” y el
“San Antonio”. Tras la descarga de las capturas, y a pesar que el estado del
mar no era bueno, el “Constantino Chiquiya” se hizo de nuevo a la mar para
dirigirse a Hondarribia con el fin de que los tripulantes regresasen a sus
casas por la noche. De los otros dos vapores el “San Francisco” pernoctó en la
rada donostiarra mientras que el “San Antonio” zarpó en dirección a
Hondarribia. Debido al estado de la mar, y el peligro que suponía entrar en el
estuario del Bidasoa de noche y en pleamar, optó por quedarse en la mar hasta
la madrugada en la que entró en la ría sin complicaciones.
El “Constantino Chiquiya”
dobló el cabo de Higuer a las once de la noche y se situó frente a la barra,
esperando el momento de cruzar la misma y entrar en el puerto. Según “El Pueblo
Vasco” se levantó un fuerte viento del S.O que encrespó la mar y el barco
sufrió un primer golpe de mar que hizo desaparecer a dos tripulantes. Los
golpes de mar que recibía el barco apagaron su caldera por lo que éste quedó a
merced del oleaje. Pese a que la prensa destaca la experiencia del patrón, finalmente
el barco fue alcanzado por una ola de
través que hizo zozobrar la embarcación y caer al agua a los tripulantes, que
se agarraron a la quilla de la embarcación pero fueron desapareciendo por la
fuerza del mar o trataron de llegar a la cercana playa. El patrón y dos
tripulantes se asieron al fardo de las redes quedando todos sometidos a los
embates del mar. Según la crónica de “La Voz de Guipúzcoa” los dos compañeros
del patrón desaparecieron, lo que le lleva al diario republicano a citar en su crónica el título del cuadro de Sorolla
que mencionábamos al comienzo de estas páginas.
Los gritos de los
náufragos alertaron a los carabineros de vigilancia y a Manuel Bas, propietario
del Hotel Peñón, que se lanzaron a socorrer a las víctimas logrando salvar al
fogonero Bonifacio Virto, que extenuado y con signos de hipotermia, fue
recogido en la playa. Una trainera, patroneada por “Pompes” Berrotarán hermano
del patrón del buque siniestrado, se hizo a la mar ante la alarma de los
carabineros y rescató a Berrotarán que se logró mantener agarrado al fardo de
las redes, y al que el médico municipal Sr. Azcune debió practicarle la
respiración artificial. Del resto de tripulantes no se halló rastro y a las dos
de la mañana todas las personas que se habían unido al rescate – el alcalde Melchor
Errazquin, varios concejales, el juez municipal Lapitz entre otros- se
retiraron ante la imposibilidad de hallar más supervivientes.
Los fallecidos, según la
prensa de la época, fueron los siguientes: Asunción Sagarzazu, 48 años, casado
y padre de cinco hijos; Robustiano Alcain, de 57 años, casado y padre de tres
hijos; Marcelino Olascoaga, de 21 años y soltero; Pedro Elduayen, casado padre
de tres hijos y de 36 años; Nicolás Virto, maquinista, casado padre de dos
hijos y de 28 años: Isidoro Lecuona, 40 años, casado, tres hijos; Antonio
Leuona, hijo del anterior y de tan solo 18 años; Vicente Turnaco, sin hijos y
de 44 años; Manuel Amunarriz, casado con dos hijos y de 28 años; Marino
Arrillaga soltero de 20 años de edad;
Fernando Alza, 49 años, casado y sin hijos y José María Tumas, casado de 40
años y padre de dos hijos. El resumen de la tragedia, como recoge “El Pueblo
Vasco”,fue de doce marineros muertos, nueve viudas y veintidós huérfanos. Al
día siguiente comenzó la búsqueda de los cadáveres de los fallecidos. Esa
primera mañana, no sin dificultades, se recuperaron los cuerpos de cinco
tripulantes, los mencionados en primer lugar en la lista anterior. En “La
Constancia” se publicó la noticia de que el día 13 de enero se localizó el
cuerpo del último náufrago, Manuel Amunarriz. Otros tres cuerpos, como señala
el semanario “Mundo Gráfico” se localizaron en las inmediaciones de “Les deux
Jumelles” en Hendaia.
Analizando la prensa de
la época se pueden hacer dos lecturas. Una centrada en la solidaridad con las
víctimas, que se plasmó en diversos donativos de las autoridades y de
particulares. Un aspecto relacionado con el naufragio, y que es preciso
aclarar, fue el ofrecimiento del Sporting Club de Irún de celebrar un partido
benéfico, en socorro de las víctimas, el domingo día 12 de enero. El partido se
celebró en el campo de Amute, que había sido inaugurado el 9 de enero de 1910
con un partido ante el Athletic de Bilbao –en el que el equipo bilbaíno estrenó
su camiseta rojiblanca. El encuentro del día 12 de enero fue entre la Real
Sociedad y el equipo irunés que se alzó con la victoria. Ese mismo día, en el Stadium
Gal, se jugó otro partido entre el Racing Club de Irún y el Athletic de Bilbao
que terminó con la victoria de los bilbaínos. En la presa de la época no se
localiza la crónica del partido benéfico porque la información sobre éste llegó
con retraso a los diarios.
La otra lectura, que tan
solo vemos en “La Voz de Guipúzcoa”, era la reivindicación de la construcción
del puerto refugio de Hondarribia. Se da la circunstancia de que a los pocos
días del naufragio se reunió con los arrantzales de Hondarribia Fermín
Calbetón, ex ministro de Hacienda, que indicó que estaba prevista la
construcción del puerto, pero que primero se realizaría el de Getaria. Como es
bien sabido fueron muchos los años que pasaron hasta que el puerto fuera una
realidad. El peligro de la barra no se resolvió hasta los años cincuenta, cuando
se materializó el espigón diseñado por Ramón Iribarren, quién lo llevó a cabo “en
beneficio, en primer lugar, de la clase marinera, antes en constante peligro
con la fatídica barra, y luego del veraneo y turismo en la ciudad”. “¡Y aún
dicen que el pescado es caro!”.
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