El difícil regreso de los refugiados del verano de 1936.

 

            

    En un artículo anterior hemos hecho referencia al éxodo de los habitantes de Hondarribia en el verano de 1936 y hemos indicado el elevado número de personas que abandonaron la ciudad. Sin embargo, la cuestión del regreso de quienes dejaron sus hogares es una cuestión que ha sido abordada en menos ocasiones y a la que es necesario prestar atención.

     Para los sublevados, que se hicieron con el control de la frontera en los primeros días de septiembre de 1936, la ausencia masiva de la población suponía que quienes habían huido lo habían hecho por su desafección a su causa. El mero hecho de abandonar el municipio ante la llegada de las tropas “libertadoras” le convertía a uno en sospechoso y susceptible de ser controlado y verse obligado a dar explicaciones cuando regresase lo que, desde el punto de vista de los sublevados, iba a permitir llevar a cabo una depuración total de la sociedad.

    Para lograr este objetivo pusieron en marcha una serie de instancias como fueron la Comisión de Admisión del Puente (que funcionó entre el 13 de septiembre y el 11 de noviembre de 1936); la Comisión de Información y Residencia (11 de noviembre de 1936- enero de 1937) y la Comandancia Militar del Bidasoa a partir de esa fecha. La llamada Comisión de Admisión del Puente estuvo integrada por ex prisioneros del fuerte de Guadalupe. Al frente de la misma se encontraba Santiago Fernández Urtizberea junto con José Ángel Fernández Casadevante, Ricardo Bergareche, Manuel Ezeizabarrena y Guillermo Echenique, todos ellos iruneses. En este primer momento no se pusieron demasiadas dificultades para el regreso. Bastaba con que quien quisiese regresar lo solicitase y tras una información se le autorizaba el regreso o se establecía “un tiempo de purgatorio en Hendaya”. De este modo entre el 13 y el 30 de septiembre de 1936 regresaron por la frontera un total de 2.620 personas procedentes de las cercanas localidades vascofrancesas.

   En noviembre de 1936 la anterior comisión fue sustituida y pasó a denominarse Comisión de Información y residencia estando formada por cuatro excautivos (Valentín Estomba, Ricardo
Bergareche
, Santiago Gamarra y Esteban Iriarte), el concejal Rosario Tellechea, Ramón Larrañaga, Ramón Azurmendi, Tomás Muñoz y Victoriano Narvarte. Finalmente, en enero de 1937, la cuestión del regreso pasó a ser controlada directamente por la Comandancia Militar del Bidasoa con lo que los regresos se redujeron drásticamente a partir de ese momento. Los que eran considerados “desafectos” eran enviados al campo de concentración de “Hilaturas”, situado en las instalaciones de la Sociedad Anónima de Hilaturas Ferroviarias situada muy próxima a la estación. Aquellas personas que eran consideradas como afectas a la causa de los sublevados eran conducidas a Hondarribia donde se les alojaba en diversos hoteles antes de dirigirse a sus lugares de residencia. En la ciudad también se empleaba el Hotel Mouriscot, que dependía de Auxilio Social y donde se albergaba a los menores que eran repatriados. También se menciona en algunos documentos el “depósito de Fuenterrabía” sin que podamos precisar ni a quién iba dirigido ni donde se ubicaba.

            Más complicada fue la situación de las personas que no regresaron en los primeros momentos. Con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial no pocos de ellos fueron recluidos en el campo de concentración de francés de Gurs. No sabemos a ciencia cierta cuantos hondarrabitarras pasaron por el campo, ya que las autoridades francesas destruyeron las fichas ante la llegada de los alemanes, pero según la documentación que se conserva en el Archivo Histórico del Nacionalismo y el estudio de Josu Chueca hemos podido identificar al menos a treinta y seis vecinos de Hondarribia en Gurs.

En el campo de Gurs las opciones de los internados eran escasas. O regresar a España lo que suponía hacer frente a las posibles represalias del régimen, integrarse en las compañías de trabajadores que fueron trasladadas al norte a realizar trabajos de fortificación, enrolarse en el ejército francés o en algunos los “chantiers” forestales. Otros, aquellos que contaban con una cualificación, pudieron encontrar trabajo en las fábricas francesas donde había escasez de mano de obra por la movilización en el país vecino.       

Otros no regresaron, como fue el caso de los comunistas Jesús Carrera (fusilado en 1945 por los franquistas) o Juan Pezón García. Tampoco regresaron Cayo Lasa Zala, empleado municipal y miembro de la Comisaría de Abastos, José Joaquín Manterola y Juan Oyanguren Sánchez de la comisaría de orden público. El capitán Santillán y el concejal socialista Ramón Pérez murieron en el exilio.

Aquellos que regresaron corrieron diversa suerte. Algunos, como fue el caso de Margarita Araneta, fueron procesados por las autoridades militares y encarcelados. Otros, al regreso del exilio fueron enviados a batallones de trabajadores. Este fue el caso de Antonio Emazabal Susperregui y Santiago Oyarzabal Oyarbide que a principios de la década de los cuarenta permanecían en un batallón de Algeciras. También fueron enviados a BB.TT Andrés Ortiz y José Oronoz Elizasu. Este último, un pescador nacido en Hondarribia en 1918 regresó en septiembre de 1939. De la frontera fue enviado al campo de Miranda de Ebro y de éste a San Pedro de Cardeña para acabar el 12 de diciembre de 1939 en el BDST nº 81 del que pasaría al 114 en Arizcun. Finalmente fue licenciado en febrero de 1941. Francisco Luna Galindo y Pío Olazabal Alza que quedaron integrados en el Bon.30 que se encontraba en Sondica. A su vez Ricardo Fuentes Eizaguirre tras haber permanecido en el campo de concentración de Gurs, pasó a España y fue enviado al campo de concentración de Reus. Del campo pasó a formar parte del BDST nº 71 del que formó parte hasta julio de 1940.

 Para culminar esta breve referencia al regreso de los refugiaos de Hondarribia quisiera hacer mención a los niños evacuados al extranjero por las autoridades republicanas. Hondarribia fue un punto de regreso de los menores, que eran acogidos por Auxilio Social en el Hotel Mouriscot antes de enviarlos a sus lugares de residencia a cargo de familiares.

En lo que se refiere a los menores evacuados, al ser ocupada Hondarribia en la primera fase de la contienda fueron pocos los niños evacuados al extranjero. Siguiendo el exhaustivo estudio de Jesús Alonso, hemos localizado ocho casos de niños de Hondarribia evacuados. Se trata de los hermanos Aguirre Oronoz (Luis de trece años, Soledad de diez, Domingo de ocho, Ignacio de siete y Conchita de seis) evacuados a las localidades belgas de Budingen- a unos sesenta kilómetros de Bruselas- y Gootbets. También fueron evacuados los hermanos Rufino Zumalabe Sagarzazu, de 13 años, que fue enviado a la localidad vasco francesa de Ciboure, y su hermana Pilar de catorce. En el caso de Bélgica los niños fueron acogidos por familias adoptivas, lo mismo que en Auch mientras que en Ciboure fueron acogidos o bien en una colonia creada por el Gobierno Vasco o por familias adoptivas. Sabemos que en 1940 Luis fue repatriado a España y acogido por su abuelo José Luis Aguirre Oronoz. En un lacónico documento que se conserva en el Archivo general de la administración se hace constar que el 25 de junio de 1940 su abuelo Senón Oronoz se hizo cargo de él.

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