Ramón Iribarren: El hombre que estudiaba las olas (y II).

 


Tras la acogida del proyecto de Iribarren por Francia quedaba por desarrollar el dique de la orilla izquierda de la desembocadura del Bidasoa.

Ya hemos mencionado anteriormente como el Ayuntamiento de Hondarribia había apostado por el turismo como actividad económica. A lo largo de todo el siglo XX, hasta la llegada de la República y sobre todo durante la primera alcaldía de Francisco Sagarzazu (1925-1930), se pusieron en marcha numerosos proyectos inmobiliarios orientados al turismo. Fue ya en los años cuarenta, con Sagarzazu de nuevo en la alcaldía, cuando se planteó la construcción de la escollera planificada por Iribarren. Sin embargo, hay que recordar que la responsabilidad del Grupo de Puertos era la navegabilidad en los mismos y no la comodidad ni el atractivo turístico de las playas. Todo hacía prever que pudieran darse roces con Sagarzazu, ya que en caso de incompatibilidad entre ambos objetivos Iribarren tenía que dar prioridad al primero, lo que evidentemente chocaba con los intereses de Sagarzazu. A pesar de ello, en 1946, como recoge Goiricelaya, el alcalde realizó unas declaraciones en las que reconocía que la playa, debido a la naturaleza, no iba a mejorar y que “algo” había pero él no se daba por enterado aunque señala que el derribo del hotel Peñón era una parte del proyecto.

El éxito de la escollera francesa facilitó los trámites a este lado del Bidasoa. El Ministerio de Obras Públicas asumió el coste y en el verano de 1949 se adjudicaron las obras. Todo parecía despejado pero entonces surgieron los problemas estéticos de la mano de Francisco Sagarzazu. Las desavenencias, conocidas, entre Sagarzazu e Iribarren saltaron a la luz el 25 de agosto de 1949. Tal como recoge Ernesto Goiricelaya el alcalde Sagarzazu se negó a que el dique se construyera en escollera y apostó por una obra en fábrica, que –evidentemente- debía ser proyectada por Pedro Muguruza, el arquitecto de cabecera de Sagarzazu, de modo que quedase integrado en la belleza paisajística de la ciudad, la gran obsesión del alcalde. José María Susperregi, en su “Crónica Monumental. Fuenterrabía siglo XX” menciona una reunión en casa de Iribarren en la que estuvieron presentes, además del ingeniero, el alcalde, Pedro Muguruza, el comandante de Marina Manuel Calderón y el ingeniero René Petit. En la misma, según la versión de Muguruza se adoptó la idea de un espigón de obra de fábrica no una escollera flexible, al estar asentada sobre arena, que proponía Iribarren. A pesar de lo que dijo el alcalde finalmente se llevó a cabo el proyecto de Iribarren como es fácilmente comprobable a simple vista. El ingeniero impuso su criterio técnico al Ministerio que era quien asumía el coste de la obra.

Sorteados los problemas el 7 de septiembre de 1949, tal como recoge “La Voz de España” del día siguiente, se colocó la primera piedra del espigón y se hizo entrega a Ramón Iribarren del título de “Hijo predilecto” de la ciudad en una ceremonia a la que acudió el Ministro de Justicia Raimundo Fernández Cuesta además de otras autoridades provinciales y en el que Francisco Sagarzazu hizo un discurso destacando la importancia de la obra para la seguridad de los navegantes. Como se puede observar nada que ver con lo manifestado en agosto de ese mismo año.

La desembocadura del Bidasoa ya con el dique de Iribarren: Fuente PNOA

Las obras por fin comenzaron el 20 de octubre de 1949 y fueron realizadas por la empresa “Oliden S.A”. Los trabajos se retrasaron más de lo debido ya que, pese a que Iribarren había señalado que ambos diques –el de la orilla francesa y española- debían realizarse a la vez ya hemos visto que no fue así. El canal del este se desplazó en 1951 hacia el oeste lo que hizo que se tuviera que segur cimentando la escollera en aguas más profundas. A pesar de ello en 1955 el dique hondarrabitarra era una realidad y la playa se formó rápidamente. Tras completar su obra en Hondarribia –cambiando su fisonomía de manera destacada y asegurando una amplia playa- Ramón Iribarren continúo su obra construyendo puertos y diques por todo el mundo y convirtiéndose en un referente en la ingeniería mundial.

La muerte le sobrevino en un accidente en Madrid el 21 de febrero de 1967 mientras probada un motor al incendiarse el coche que conducía. Tras su muerte, en 1969, el alcalde Pedro Aguinagalde pidió al Grupo de Puertos de Guipúzcoa que se diera al arenal de Hondarribia el nombre de su antiguo director, petición aceptada por el Ministerio de Obras Públicas. Finalmente, ya con Ramón Fernández de Casadevante en la alcaldía, se inauguró un busto del ingeniero sobre una peana en la que se podía leer “genial creador de esta playa”. De este modo, treinta y cinco años después de las primeras consultas a Iribarren el reconocimiento a su trabajo de observación de las olas se hizo patente y su contribución al desarrollo de Hondarribia.

En septiembre de 2002 la Capitanía del puerto deportivo de Hondarribia acogió la exposición “Iribarren. Ingeniería y mar” comisariada por la historiadora Dolores Romero organizada por el Centro de Estudios y Experimentación de Obras Públicas (Cedex), dependiente del Ministerio de Fomento, en colaboración con el Departamento de Transportes y Obras Públicas del Gobierno vasco. Además de sus trabajos en la bahía de Txingudi ribarren encauzó la ría, el dique y el rompeolas de la playa de Deba, diseñó el estrechamiento de la barra de Orio y redactó el estudio para la creación de una playa en el barrio de Gros bordeando la ensenada de La Zurriola. De su ingenio también surgió en 1950 el aeropuerto donostiarra.

En la actualidad su busto sigue presente junto a su obra, la cual, como el mismo decía, todo lo que había realizado fue “en beneficio, en primer lugar, de la clase marinera, antes en constante peligro con la fatídica barra, y luego del veraneo y turismo en la ciudad”.

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