LOS RETOS DE LA SEGURIDAD SOCIAL DESPUÉS DE LA PANDEMIA DEL COVID-19
Eduardo García Elósua
De una parte reforzar los ingresos por cotizaciones a la Seguridad Social. No puede ocurrir que, un
sistema como el de la Seguridad Social en el que las cotizaciones sociales son la fuente más importante
de su financiación, aunque no la única, tenga a una cuarta parte de sus integrantes que no cotiza por
sus ingresos reales (trabajadores con las bases máximas topadas, los cotizantes del Régimen Especial
de Trabajadores Autónomos que no cotizan por sus ingresos reales, como tampoco lo hacen los del
Sistema Agrario y las trabajadoras del Hogar). No es aceptable de ninguna manera.
La crisis del coronavirus, nos ha conducido a una situación extraordinaria, una situación durísima que
es desconocida porque no tiene precedentes similares y, por tanto, sin comparación posible con otras
crisis anteriores. Sus consecuencias han sido una muy intensa crisis sanitaria y un muy intenso impacto
económico, que esperemos tenga una duración limitada en el tiempo y una rápida recuperación.
Nadie podrá poner en duda la importancia que ha tenido la Seguridad Social, con las múltiples medidas
que ha puesto y está poniendo en marcha, en la lucha contra los efectos de la pandemia y que está
suponiendo un esfuerzo económico muy grande para dar cobertura a 700.000 prestaciones de
Incapacidad Temporal (IT-Covid), a 3,4 millones de trabajadores protegidos con prestaciones por
desempleo por ERTE aún no teniendo las cotizaciones suficientes y a más de 1,4 millones de
autónomos que han percibido o están percibiendo la prestación por cese de actividad. Sin olvidar la
exoneración por ERTE de cotizaciones empresariales a más de 3 millones de trabajadores y a 1,5
millones de autónomos, además de los aplazamientos y moratorias para el pago de cuotas
empresariales y del Régimen Especial de Trabajadores autónomos (RETA). Un esfuerzo que está siendo
soportado por el Sistema de la Seguridad Social, por una parte, con incrementos de prestaciones y, por
otra, con pérdidas de ingresos.
En el caso de las pensiones públicas, esta situación es absolutamente extraordinaria, porque no ha
ocurrido nunca, pero es también muy coyuntural. Se han perdido más de 800.000 afiliados y afiladas
en el mes de abril y, aunque ya hemos tenido una afiliación inferior a la actual en la crisis anterior, es
evidente que ha tenido un impacto negativo en la recaudación por cuotas. Ello obliga al Gobierno a
establecer líneas de financiación adicionales, no sólo para la Seguridad Social, sino para el conjunto de
las medidas sociales que se están adoptando.
Una situación extraordinaria como la que estamos padeciendo y en la que la Seguridad Social, como
tantas veces, está volviendo a ser un pilar fundamental, necesita una financiación extraordinaria para
sufragar las medidas de protección social y de la actividad económica puestas en marcha y que debe
realizarse con aportaciones suficientes de los Presupuestos Generales del Estado, que tienen que
permitir que la situación del conjunto de la Seguridad Social no se vea afectada por lo que estamos
viviendo en este momento.
Esta financiación extraordinaria debe de ser financiada con deuda, no queda más remedio, y debe
hacerse en el menor tiempo posible. De momento el Gobierno ha transferido 30.000 millones de euros
adicionales, que sumados a los 13.800 millones anteriores estamos hablando de 43.800 millones de
euros transferidos este año.
La Seguridad Social tiene dos vías de financiación: las cotizaciones de las personas que están en activo
y las aportaciones presupuestarias. Si caen los ingresos por la primera hace falta una mayor aportación
de la segunda. Las prestaciones de la Seguridad Social, Incapacidad Temporal, Incapacidad Permanente
o Jubilación, están garantizadas por el Estado, por tanto, la línea roja estará en la capacidad de
endeudamiento del Estado Español y en la capacidad de respuesta a sus compromisos.
En lo que al Sistema de pensiones se refiere, sería bueno situar el debate con una gran primera idea
fuerza: la situación del sistema de pensiones no se ha modificado con motivo de la pandemia. Al
contrario que otras materias, donde hay un impacto evidente, como la crisis económica o la pérdida
de empleo, el sistema de pensiones no ha sufrido cambios sustanciales y sigue teniendo los mismos
retos que tenía antes de la pandemia y que tienen que ver con:
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1) La suficiencia de las pensiones.
2) la sostenibilidad del sistema, y
3) la evolución de la demografía, sobre todo por la incorporación a la jubilación de la generación del
Baby Boom. No son la natalidad, la longevidad o el incremento de la esperanza de vida la clave de la
exigencia mayor del sistema de pensiones. El reto es la presión que va a tener el sistema con la
incorporación, de la generación más numerosa de nuestra historia, en la edad de jubilación y eso
significa que vamos a tener que abordar estos retos.
Son retos que teníamos antes de la pandemia y
son retos que tenemos después de la pandemia. Y por lo tanto es ahí donde hay que situar el
debate.
Son retos exigentes pero perfectamente asumibles y gobernables y que no se pueden ni deben
resolver con fórmulas mágicas. Los problemas de la Seguridad Social no los van a resolver las cuentas
nocionales, ni lo va a resolver la sustitución del Sistema Público de Pensiones por un sistema
complementario de capitalización individual. Los sistemas de seguridad social públicos de reparto no
son sistemas de capitalización individual. No se puede comparar los niveles de las aportaciones con los
niveles de las prestaciones porque son un sistema de aseguramiento colectivo y conjunto que, además
tiene un componente de solidaridad.
Hay que recuperar la senda del consenso político y del acuerdo social en el marco del Pacto de Toledo,
lo que significa retrotraer la situación al último acuerdo alcanzado en ese seno que fue el del año 2011.
Y recuperar la senda del consenso político y del acuerdo social, supone que se tienen que abordar a la
mayor brevedad posible, dos cuestiones que son claves:
1) Derogar la Reforma de pensiones del 2013: Con esta medida, se recuperaría la fórmula de
revalorización que garantiza el poder adquisitivo de las pensiones, se eliminaría el factor de
sostenibilidad de aplicación automática y se mejorarían cuestiones como la plena integración de
empleadas del hogar y de los trabajadores agrarios, las pensiones mínimas o la mejora de los
requisitos para el acceso a las diferentes modalidades de jubilaciones voluntarias.
2) Tomar medidas que nos permitan equilibrar financieramente la situación de la Seguridad Social.
Medidas que deben de adoptarse en una doble dirección:
No cotizar por los ingresos reales significa también que, una parte significativa tampoco tributa por
ingresos reales, lo cual tiene un impacto importante en términos fiscales y en términos de ingresos de
la Seguridad Social. Pero no obviemos que también tiene un impacto negativo en términos de
protección social para esas personas cuando llegan las situaciones de necesidad. Porque si no se
cotizan por los ingresos reales, hay un impacto en los ingresos del sistema, pero también una menor
prestación social. Otras medidas para la mejora de los ingresos son: la eliminación de las
bonificaciones y reducciones de las cotizaciones por creación de empleo, mejorar la lucha contra el
fraude y conseguir una recuperación del empleo y de los salarios.
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También hay que hablar sobre la recaudación por cotizaciones. Hasta el año 2016 las aportaciones
empresariales han disminuido como consecuencia de la destrucción de empleo y también por los
efectos en el mercado de trabajo de las diferentes reformas laborales. Por otra parte, es bueno
recordar que en los últimos 30 años los tipos de cotización han disminuido 4 puntos.
Por eso, los tipos
de cotización no son intocables. Ni los de las empresas ni los de los trabajadores.
Y de otra parte, a través de una política fiscal adecuada. La Seguridad Social tiene dos vías de
financiación: las cotizaciones de las personas que están en activo y las aportaciones
presupuestarias. Si caen los ingresos por la primera hace falta una mayor aportación de la segunda
y para ello, se necesita una profunda reforma fiscal para poder disponer de un sistema impositivo
que asegure, en primer lugar, que paguemos todos y, en segundo lugar, que pague más el que más
tiene. Dicho de otra manera, un modelo fiscal que se caracterice por los principios de equidad,
progresividad y suficiencia. Es la única forma de garantizar un flujo de ingresos estable y suficiente
mediante aportaciones del Estado y no por la vía de los préstamos. 4
Tenemos 7,7 puntos menos de presión fiscal que la eurozona y esto, en términos de recaudación, supone
dejar de ingresar más de 80.000 millones de euros. Y tenemos 7,1 puntos menos que la media europea,
13,5 puntos menos que Francia y 8 puntos menos que Italia.
Como ya he señalado, la financiación extraordinaria que se precisa se hará necesariamente con deuda. Y
hacer frente a esa deuda pública, exige una respuesta de nuestro país, sin duda, pero también una
respuesta europea. El acuerdo de la UE ha sido positivo pero insuficiente. Es imprescindible que Europa
respalde la emisión de deuda que todos los países de Europa, no sólo los del Sur, van a necesitar para
abordar una situación extraordinaria como esta. Y para pedir ayudas a Europa es conveniente, entre otras
cosas, armonizar la fiscalidad y disponer de unas políticas impositivas que cumplan con los principios de
progresividad, eficiencia y suficiencia.
Sin olvidar que es urgente disponer de una estructura de ingresos que nos permita abordar con éxito los
retos que tiene por delante nuestro Sistema Público de Seguridad Social.
¡Excelente artículo!, con la precisión y claridad de conceptos que siempre tiene Eduardo García Elósua
ResponderEliminarEstupendo artículo. Me he enterado por Tino Alonso. Enhorabuena y gracias.
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