Pedro Muguruza Otaño y la Hondarribia de hoy


Pedro Barruso Barés

            En junio de 2018, como resultado de unas tareas de limpieza, apareció una placa en la que se daba el nombre del arquitecto Pedro Muguruza Otaño a una rotonda en la que se daba cuenta de su nombramiento como hijo predilecto de la ciudad. La aparición de la placa dio lugar a un debate en el pleno municipal en el que se alegó su condición de arquitecto jefe del “Valle de los Caídos” para la desaparición de la misma en aplicación de la llamada “Ley de Memoria Histórica”. Tras el debate consiguiente se acordó que se mantuviese la misma, aclarando quién era la persona a quien se dedicaba su significación para Hondarribia pero se acordó retirarle la condición de “hijo predilecto” de la ciudad..
            Pedro Muguruza Otaño es cierto que fue el arquitecto director de las obras del “Valle de los Caídos”, en su condición de Director General de Arquitectura, y que ostentó cargos en el régimen franquista. Pero lo que ahora nos interesa la labor arquitectónica, de uno de los más renombrados arquitectos de España, en Hondarribia y que fue responsable, en gran medida, de la fisionomía actual de una parte de la ciudad en el entorno de la Avenida de Sabino Arana.
            Muguruza nació en Madrid el 25 de marzo de 1893. Era descendiente de un linaje afincado en Elgoibar al menos desde finales del siglo XVIII. Hijo de Domingo Francisco Muguruza Ybarguren  y de Matilde Otaño Berroeta. Su padre era ingeniero llegando a ser inspector general del Cuerpo de Ingenieros y responsable de la “traída” de aguas a la villa. Los primeros proyectos de Muguruza en Hondarribia se asocian con la alcaldía de Francisco Sagarzazu. Para entonces nuestro protagonista ya era un arquitecto de renombre que había realizado proyectos como la reforma interior del Museo del Prado, el Palacio de la Prensa en Madrid, la estación de Francia en Barcelona y en, el plano monumental, el dedicado a Cervantes en la plaza de España de Madrid o el monumento al Sagrado Corazón de Bilbao. Es de suponer, con estos avales, que Sagarzazu quisiera contar con un arquitecto de prestigio para sus planes en Hondarribia y por eso contó con Muguruza. Además, posiblemente influyó también su relación con el País Vasco ya que, recordemos, intervino en el Congreso de Oñati en el que se creó la Sociedad de Estudios Vascos en 1918.
            Sean cuales sean las razones, en 1924 Muguruza fue el firmante del nuevo proyecto de cementerio ideado por Sagarzazu: el proyecto de hotel municipal y del puente internacional Alfonso XIII, ambos en 1925; de un hotel para viajeros en 1929 y de la futura sede de la Unión Patriótica, el partido único creado en la Dictadura de Primo de Rivera, aunque ninguna de estas obras llegó a realizarse. Durante la II República las contribuciones de Muguruza fueron menos numerosas pero se pueden citar dos proyectos, el de la estación naval (1933) y la ampliación del casino Mirentxu (1934) que tampoco se llegó a realizar,

        La Guerra Civil sorprendió a Muguruza en Madrid. Logró salir de la capital y volver a la zona franquista residiendo en San Sebastián, Fue a partir de este momento cuando verdaderamente influyó en la fisonomía urbana de Hondarribia. Su primer proyecto, y el primero construido, fue el chalet del torero Victoriano de la Serna, junto a los jardines de Javier Ugarte, otro chalet para el industrial navarro Juan Pujol y el proyecto para la casa de Ramón Díaz Burguete, todos en 1938 y situados en la zona del segundo ensanche, en la zona de la actual avenida de Sabino Arana. A partir de ese momento fueron numerosos los proyectos de residencias que llevó a cabo Muguruza. Entre 1939 y  1951 podemos contabilizar al menos diez proyectos de villas para personajes destacados, algo que sería muy del gusto de Sagarzazu, como el alcalde de San Sebastián José Múgica o el comandante militar de Hondarribia, además de otras cosas, Julián Troncoso Sagredo. En 1941 proyectó una de las obras más ambiciosas, el poblado de pescadores que se inauguró en 1951, situado en las inmediaciones de la calle San Pedro, sin olvidar el proyecto para casa y taller de Francisco Sagarzazu en el paseo del Faro.
Pero también hay otra vertiente de la obra de Sagarzazu que hay que destacar y es la monumental, obras que permanecen y que ya forman parte del paisaje urbano de Hondarribia. Entre éstas se pueden mencionar el monumento a San Juan de Dios (1940), la “Cruz de los Caídos” (1943), ya desaparecido y que estaba ubicado en los jardines del Árbol de Gernika,  y el monumento al arzobispo Rojas y Sandoval, en la plaza del Obispo. Uno de los últimos proyectos que se conservan en la actualidad fue el “Jardín de los Cisnes” al pie de las murallas fechado en 1951. Poco tiempo después, en febrero de 1952, falleció en Madrid. Poco tiempo después el Ayuntamiento de Hondarribia, presidido por Francisco Sagarzazu, le nombró hijo predilecto de la ciudad y le dedicó la placa mencionada. Fue, quizás, un  escaso recuerdo por parte de Sagarzazu para alguien, que pese a aspectos más controvertidos de su trayectoria, fue el responsable en gran medida de la fisonomía actual de Hondarribia.

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