Hondarribia en las guías turísticas del siglo XIX y principios del siglo XX.
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Hotel Miramar (Hondarribia) |
En la actualidad organizar un viaje y
recopilar información sobre nuestro lugar de destino es cosa de unos pocos
clics en el teclado de nuestro ordenador. En el presente, cuando se debate
sobre el turismo y sobre sus efectos positivos y negativos, debemos echar la
vista atrás y fijarnos en los comienzos de este proceso globalizado y
masificado que es en la actualidad, y analizar cuál era la imagen de
Hondarribia en las primeras guías turísticas que se publicaron para informar a
los viajeros de lo que podían ver en sus lugares de destino.
En
el siglo XIX, en los albores del turismo, las guías turísticas jugaban un papel
destacado. Las descripciones de los lugares, de la manera de llegar a
ellos, de los edificios más destacados y
de las posibilidades de alojar a los viajantes. Por esa razón en esta ocasión
vamos a centrar nuestra atención en la imagen que se ofrecía de Hondarribia en
las guías del siglo XIX y comienzos del siglo XX.
Desde mediados del siglo XIX el Ayuntamiento de
Hondarribia hizo una apuesta clara y decidida por el turismo como posible motor
económico de la ciudad. El turismo se iba a convertir, tras la destrucción de
la misma sufrida en las guerras de finales del siglo XVIII y comienzos del XX,
una posible fuente de ingresos. De manera paralela al turismo el juego se
convirtió en una atracción de las clases más pudientes de la sociedad. El juego
se convirtió en la principal actividad de ocio de los primeros turistas y las
principales ciudades turísticas contaron pronto con casinos. Aunque nuestra
intención no es centrarnos en la cuestión del juego, sí que debemos constatar
la importancia del mismo en el desarrollo de la ciudad desde el punto de vista
turístico.
El otro elemento destacado fue el desarrollo de un
sentimiento que podemos considerar “romántico” de interés por el pasado y las
ruinas de edificios de épocas anteriores. La visión pintoresca, y en cierto
modo romántica, de las ruinas constituían, como dice Ana Azpiri en su estudio
sobre el urbanismo en la villa, “una ruina histórica cargada de recuerdos de
pasadas glorias bélicas y un barrio de pescadores, sencillo y muy
representativo del mundo idílico rural que se atribuía al entorno agrícola
vasco. Se convirtió en la imagen ideal de la imagen pintoresca”. El cambio,
siguendo a Ana Azpiri, es fácilmente perceptible en la cada ve mayor atención
que prestan las revistas locales y las guías de viaje a Hondarribia desde
mediados del XIX. Revistas como “Euskal Erria”, guías turisticas y
publicaciones sobre lugares pintorescos hacen referencias frecuentes a la
villa. Además, su proximidad con Francia le da un atractivo añadido en un
momento en el que el turismo empieza a desarrollarse en la costa vascofrancesa
y en el norte de España. Sin embargo, como veremos más adelante el interés por
los vestigios del pasado no se extinguió del todo.
Las primeras referencias turísticas que podemos localizar
proceden del diccionario de Madoz, publicado entre 1845 y 1850. Aunque no está
concebido como una guía turística sí que ofrece una detallada descripción de la
fisonomía de la villa a mediados del siglo XIX. Más cerca de lo que podemos considerar en la
actualidad una guía turística, pero siguiendo el modelo de Madoz, debemos
mencionar la obra titulada “Álbum histórico, pintoresco y descriptivo de
Guipúzcoa” editado en 1857 por el Establecimiento tipográfico-literario de
Pedro Zuazúa.
La primera obra turística que podemos mencionar, ya como
propiamente dicha, es el “Plano y Guía de viajero en San Sebastián y
Fuenterrabía” publicado por Emilio Valverde en 1886. Las referencias a
Hondarribia son escasas. Tan solo se ofrece una pequeña descripción de la
ciudad y un grabado. Tan escasa información contrasta con la amplia y detallada
que se da sobre la capital donostiarra. En el caso de Hondarribia, además de
ofrecer una descripción física de la ciudad y de los principales edificios menciona
las cinco casas de huéspedes existentes (Aramburu, Iriarte, Lasa, Legorburu y
Salaverría) y mencionar que cuenta con un “notable casino” lo que una vez más
nos da idea de la importancia del juego en estas etapas iniciales del turismo.
En la línea historicista, sin ser una guía turística pero relacionada con el
pasado de la ciudad podemos mencionar la obra de Xabier de Cardillac (1896)
titulada “Fontarabie; Promenade artistique” editado en París. En la misma línea
se puede mencionar un folleto titulado “Fuenterrabía: notas históricas del
castillo de Carlos V” que podemos situar en torno a 1900 y que nos reafirma la
idea de que el primer turismo de la villa estuvo ligado a su pasado histórico
o un artículo publicado en la revista
“Euskal Herria” en 1902 que se centra en la búsqueda de galerías ocultas en las
murallas.
La
tercera guía, la Guía General de Guipúzcoa, editada en 1928, nos sitúa ya más
en una visión nos ofrece una visión de
Hondarribia, a la que califica como “pintoresca y hospitalaria ciudad” que
contaba con “un magnifico campo de foot-ball, acaso de los mejores de España”.
En la misma se recoge una referencia, heredada del siglo pasado, sobre los
paseos subterráneos “llamados galerías de contramina, que el día que se
habiliten debidamente van a constituir una de las visitas más atractivas para
los turistas. Pero lo que deja traslucir en esta guía son los planteamientos
urbanísticos del alcalde Sagarzazu ya que se mencionan expresamente los
ensanches de la ciudad -con una referencia al del “Puntal de España, el gran
proyecto urbanístico de Sagarzazu, además de mencionar otros de sus proyectos
como el del traslado del cementerio de Higuer o el del puente internacional
entre Hondarribia y Hendaya, encargado a su gran amigo y colaborador el
arquitecto Pedro Muguruza, responsable de la mayor parte de la fisonomía actual
de la ciudad. En el plano hotelero en la mencionada guía se cita al Hotel de
France, el Mouriscot y la Pensión Cantábrica además de los que ya conocemos. En
1930 la oferta hotelera de Hondarribia estaba formada por ocho hoteles (Alameda,
Miramar, Mouriscot, France, Concha, Olegario Jaúregui, Peñón y Carlos V).
Sin
embargo, en el tiempo transcurrido entre las primeras referencias turísticas el
modelo de turismo había cambiado de manera sustancial. El turismo que buscaba
vestigios del pasado había sido sustituido por un turismo de élite que apostó
por instalarse en la ciudad, en gran parte en sus propias villas, o en alguno
de los numerosos lugares que se alquilaban a los veraneantes, que a lo largo
del primer tercio del siglo XX se fueron convirtiendo en un grupo social
diferenciado pero con un importante peso en la ciudad.
Pedro
Barruso Barés
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